Les presento a Arlequín, un personaje extraño y pieza clave en un juego de vivencias y añoranzas, donde cada casilla en el tablero es una apuesta por la propia vida. Con su bastón y su abrigo negro, un turbante para camuflar sus pensamientos y un maquillaje negro que le disfraza de la soledad – su propia soledad –, les pondrá en jaque a lo largo de una constante cuesta abajo en las miserias de cada uno de los participantes.
Ins(des)trucciones del juego: Eviten la casilla del abrigo por los hombros, ya que será la ocasión en que su ficha (=vida) se vea envuelta en las más bajas pasiones; sorteen las casillas blancas, pues el contraste con el negro de su mirada provocará tres turnos sin jugar; pasen por alto la casilla de los ojos velados acariciando el largo bastón, pues la nula visibilidad hará que se desarrollen otros sentidos que ustedes creían aletargados; no se dejen atrapar por su pose melancólica y evocadora de amores felices en historias románticas ya aniquiladas, ya que es la significación de la fatalidad eterna entre sus sentimientos y los de los participantes en el juego…
Por último, indicarles que en este juego no gana nadie, y el triunfo consiste en llegar a la casilla final habiendo esquivado las heridas y los zarpazos mortales del personaje central del juego. Tal vez por eso no hay concepto de victoria o derrota, sino de superación de términos tales como imposición o resignación.
Advertencia: Arlequín es mucho más que un pulso a la vida entre un personaje nada ficticio y ustedes; entre un dignatario que regula leyes a su antojo encadenando de por vida a la sociedad y el deseo de sus componentes por zafarse de su aciago destino. Y dará igual que en las hemerotecas futuras lo llamen de mil maneras (noche de los cuchillos largos, revolución de los claveles, secesión, independencia, guerra de tal o masacre de cual…), ya que Arlequín, tal y como queda descrito en esta semblanza aparecida en la parte trasera de la caja donde se guarda todo su material, más que un juego, es el prólogo perfecto para el E P I T A F I O de la propia vida.
RIP – Descansen en Paz.
Ins(des)trucciones del juego: Eviten la casilla del abrigo por los hombros, ya que será la ocasión en que su ficha (=vida) se vea envuelta en las más bajas pasiones; sorteen las casillas blancas, pues el contraste con el negro de su mirada provocará tres turnos sin jugar; pasen por alto la casilla de los ojos velados acariciando el largo bastón, pues la nula visibilidad hará que se desarrollen otros sentidos que ustedes creían aletargados; no se dejen atrapar por su pose melancólica y evocadora de amores felices en historias románticas ya aniquiladas, ya que es la significación de la fatalidad eterna entre sus sentimientos y los de los participantes en el juego…
Por último, indicarles que en este juego no gana nadie, y el triunfo consiste en llegar a la casilla final habiendo esquivado las heridas y los zarpazos mortales del personaje central del juego. Tal vez por eso no hay concepto de victoria o derrota, sino de superación de términos tales como imposición o resignación.
Advertencia: Arlequín es mucho más que un pulso a la vida entre un personaje nada ficticio y ustedes; entre un dignatario que regula leyes a su antojo encadenando de por vida a la sociedad y el deseo de sus componentes por zafarse de su aciago destino. Y dará igual que en las hemerotecas futuras lo llamen de mil maneras (noche de los cuchillos largos, revolución de los claveles, secesión, independencia, guerra de tal o masacre de cual…), ya que Arlequín, tal y como queda descrito en esta semblanza aparecida en la parte trasera de la caja donde se guarda todo su material, más que un juego, es el prólogo perfecto para el E P I T A F I O de la propia vida.
RIP – Descansen en Paz.
ISIDRO R. AYESTARAN, 2007
1 comentario:
que maldito me encanto mas el final eso del epitafio dio en el centro y como tu dices no hay ganadores ni perdedores ...
saty
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