Que por una noche, los minutos de silencio unan conciencias.
Que por un instante, los latidos del corazón marquen el ritmo de la sociedad.
Que por un momento, cuando se alcen las voces hablen el mismo idioma.
Que por una eternidad, no existan razas ni fronteras, ni política ni banderas.
Que desde ya mismo, el levantar la mano sea el prólogo de las caricias.
Que por el momento, mi temperatura se mantenga estable y no me suba la fiebre.
Que desde siempre, los de un bando inviten a café al contrario.
Que desde hace mucho, cuando se cruza el mar en patera es igual a muerte.
Que por una noche… Que por un instante… Que por un momento… Que por una eternidad… Que desde ya mismo… Que desde siempre… Que no me corten la lengua ni callen mi voz, que no me quiebren los brazos para estrecharme con el mundo, que no me cieguen para no ver nunca más la sonrisa de un niño…
Y es tan frágil mi voz, y es tan débil que soy como una urna de cristal que se va a quebrar… (Búnbury)
Que por un instante, los latidos del corazón marquen el ritmo de la sociedad.
Que por un momento, cuando se alcen las voces hablen el mismo idioma.
Que por una eternidad, no existan razas ni fronteras, ni política ni banderas.
Que desde ya mismo, el levantar la mano sea el prólogo de las caricias.
Que por el momento, mi temperatura se mantenga estable y no me suba la fiebre.
Que desde siempre, los de un bando inviten a café al contrario.
Que desde hace mucho, cuando se cruza el mar en patera es igual a muerte.
Que por una noche… Que por un instante… Que por un momento… Que por una eternidad… Que desde ya mismo… Que desde siempre… Que no me corten la lengua ni callen mi voz, que no me quiebren los brazos para estrecharme con el mundo, que no me cieguen para no ver nunca más la sonrisa de un niño…
Y es tan frágil mi voz, y es tan débil que soy como una urna de cristal que se va a quebrar… (Búnbury)
ISIDRO R. AYESTARAN, 2007
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