Marina se encuentra tumbada en su cama, con el rostro triste y pensativo. Clara entra en la habitación llevando una bandeja con un vaso de leche. Mirándola con cariño, se sienta junto a ella.
CLARA: Te he traido un vaso de leche. Te sentará bien
Marina no dice nada. Continúa melancólica.
Clara le acaricia el pelo y sonríe.
CLARA: ¿Te encuentras bien?
Marina mira a su abuela.
MARINA: Voy a seguir adelante, abuela. Voy a tener el niño.
CLARA: Me parece muy bien. Entre todos lo sacaremos adelante.
Marina comienza a llorar.
MARINA: ¿Seré una buena madre?
CLARA: Por supuesto que sí... Además, me tienes a mí para ayudarte siempre que te haga falta.
Marina mira hacia su ventana.
MARINA: ¿Cómo era ella? ¿Cómo era mi madre?
Clara, que esperaba esa pregunta desde hace tiempo, se emociona al hablar.
CLARA: Era la chica más guapa de toda la calle. Traía a todos de cabeza. Tenía un rostro como el de las muñecas de porcelana y una voz dulce y firme. Tú me la recuerdas constantemente. Eres su vivo retrato.
Marina vuelve a mirarla.
MARINA: ¿Por qué se marchó entonces? ¿Por qué me abandonó?
Clara suspira y derrama una lágrima.
CLARA: La pusieron una venda en los ojos. Conoció a un hombre del que se enamoró como nunca había visto enamorarse a nadie. Pasaba casi todo el día con él, siempre a su lado de un lado para otro. Cuando se quedó embarazada, él le propuso marcharse a abortar fuera, al extranjero. Ella se puso como loca. Le llegó a decir que se había quedado embarazada por amor, que quería tener algo suyo que le recordara a él cuando llegase el día en que faltase... El la dejó y se marchó lejos. Tu madre sufrió muchísimo. Temí por su salud... A los nueve meses naciste tú, y, poco a poco, comenzó a recobrar la ilusión por seguir viviendo... A los dos años volvió a tener noticias de él. Quería verla y ella, accedió con las ansias de una quinceañera. No volví a saber nunca más de ella. Te había dejado en la cuna, al cuidado de tu tío. Ni una carta, ni una llamada... Al año de marcharse me llamó. Me dijo que me quería, que se acordaba mucho de ti también pero que no quería volver. A él no le gustaban las responsabilidades. Sólo quería estar con ella sin nadie más a su alrededor. Ella accedió a su juego... y desde entonces...
Marina la mira apenada. Clara se retira las lágrimas de la cara.
MARINA: Sigo sin comprenderlo... Yo nunca abandonaré a mi hijo. Quise mucho a su padre, pero jamás renunciaré a mi criatura.
Clara esboza una sonrisa.
MARINA: Tú estarás siempre a mi lado, ¿verdad?
Clara vuelve a acariciarle la cara.
CLARA: Mi niña...
Luego, vemos a Clara entrar en su habitación completamente abatida. El recordar a su hija en su conversación con Marina le ha hecho recordar muchas cosas. Se sienta en su cama y, con el rostro melancólico y triste, refugia su cara en la almohada y rompe a llorar.
ISIDRO R. AYESTARAN, de mi guión de cine GOTAS DE AMOR Y LLUVIA, 1998
2 comentarios:
Retomando y volver
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Pero si una mujer llora
porque es en otra mujer su femeneidad
su despleigue engativo
pero el mismo
corroborando que la pena
no es mas triste que un llanto.
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Saludos Isidro
espero estes bien.
Es un tema que encierra mucho dolor y me llega de cerca porque conozco hijos que fueron dejados por su madre al ir tras el amor de un hombre. Es algo que me cuesta comprender, pero cada uno vive como puede o como quiere.
Un beso
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