Silencioso y paralizado.
Sin luz y sin vida.
Sin color, tan sólo en blanco y negro.
Como mi corazón.
Como una fuente seca me dejó tu desamor,
tu sentencia final, tu “ya no te quiero”.
Todo gira alrededor como si yo no importara,
como si no yo contara,
como si yo no sintiera.
Todos ignorando la penumbra de mi alma,
la ceguera de mis sentimientos,
que por quererte sin excusas
ni monedas de cambio, agoniza
frente a estatuas silentes nocturnas,
humanas o estáticas,
impasibles y trucadas por tahúres
en un juego de mesa en el que quedo habitando
en el furgón de cola, como si yo no importara,
como si yo no contara,
como si yo no sintiera…
Y en la deriva en la que naufrago,
aún anhelo tu presencia,
la única que me importa,
con la única que cuento,
la que de verdad siento por mucho
que tú hayas cambiado el rumbo,
hayas descubierto un nuevo mundo,
un nuevo cuerpo, un nuevo nombre,
un nuevo suspiro…
y mientras eres tú a quien deseo a mi lado,
permanezco estático y apagado,
junto a estatuas de las de antes,
esperando ser el consuelo de otros olvidados,
algún que otro abandonado que llore amores perdidos
y me vea como un consuelo
al que llorar todas las noches,
porque él, como yo ahora,
permanece inmóvil en este mundo gris,
áspero y sin quimeras,
como si ya nada importara,
como si él ya no contara,
como si él ya no sintiera…
Y juntos, en un único latido,
le regalamos un corte de mangas a la vida.
Sin luz y sin vida.
Sin color, tan sólo en blanco y negro.
Como mi corazón.
Como una fuente seca me dejó tu desamor,
tu sentencia final, tu “ya no te quiero”.
Todo gira alrededor como si yo no importara,
como si no yo contara,
como si yo no sintiera.
Todos ignorando la penumbra de mi alma,
la ceguera de mis sentimientos,
que por quererte sin excusas
ni monedas de cambio, agoniza
frente a estatuas silentes nocturnas,
humanas o estáticas,
impasibles y trucadas por tahúres
en un juego de mesa en el que quedo habitando
en el furgón de cola, como si yo no importara,
como si yo no contara,
como si yo no sintiera…
Y en la deriva en la que naufrago,
aún anhelo tu presencia,
la única que me importa,
con la única que cuento,
la que de verdad siento por mucho
que tú hayas cambiado el rumbo,
hayas descubierto un nuevo mundo,
un nuevo cuerpo, un nuevo nombre,
un nuevo suspiro…
y mientras eres tú a quien deseo a mi lado,
permanezco estático y apagado,
junto a estatuas de las de antes,
esperando ser el consuelo de otros olvidados,
algún que otro abandonado que llore amores perdidos
y me vea como un consuelo
al que llorar todas las noches,
porque él, como yo ahora,
permanece inmóvil en este mundo gris,
áspero y sin quimeras,
como si ya nada importara,
como si él ya no contara,
como si él ya no sintiera…
Y juntos, en un único latido,
le regalamos un corte de mangas a la vida.
ISIDRO R. AYESTARAN, 2007
4 comentarios:
refrescar a la vida
en un corte, de mangas y brazos.
para terminar con el problema de la presencia, que nucna se presenta, sino como perdida de esta, como presencia impresentable
y noe stamos hablabndod e la desaparicion
sinod e los cuerpos vivos
que se logran comunicar
con la bondad del silencio.
siempre es un gsuto visitarte isidro.
t mando afectuosos saludos.
Ulises.
Isidro, gracias por tu visita y descubrirme tu blog, toda una joya, me encanta... me gustaría linkearte, me encanta la cita del corazón y las matemáticas, ¿será porque vivo de ellas?... y todo lo referente a tu estilo de escribir y a Huma!.
Un abrazo. Alber
"no es el fin del mundo, pero si el fin de un mundo" dijo el hombre y después bebió de su vaso una cerveza ya tibia. Quiso llorar; pero le dio vergüenza.
Las soledades agrupadas, tocándose, mirándose, acompañándose en esa soledad del abandono, del "ya no te quiero".
Un beso
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