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ya esta disponible... EL CABARET DE LOS SUEÑOS NOCTURNOS

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PINCHA EN LA PORTADA para ver el vídeo presentación de EL CABARET DE LOS SUEÑOS NOCTURNOS, el libro que, de la mano de Producciones Nocturnas y Absenta Poetas, aglutina los poemas, fotografías y relatos que forman parte de Nocturnos y El cabaret de los sueños, mis dos obras literarias ilustradas en Internet. Para los que vivís fuera de Santander, y estéis interesados, lo podréis hacerlo vía e-mail, para remitirlo por correo. Y pronto, tras mi espectáculo Muñecas de cristal, el Gran Show de presentación del libro por diversos lugares de Santander. Precio: 10 euros. Mail de contacto: isidrorayestaran@gmail.com

UN NUEVO ADIOS



(...) Soraya hizo una cena de despedida en su maravilloso piso de General Mola y se vistió para la ocasión más “Saritísima” que nunca, con un traje negro y una peluca a juego que adornó con unos pendientes largos de perlas que eran de su abuela y que debían valer un verdadero pastón. Y es que Soraya es único en lo suyo pese a que no le gusta operarse y sigue presumiendo de continuar siendo un hombre. Pero una hombría física, pues en lo espiritual él es una “superwoman” de las de tomo y lomo, y mucho más bella y atrayente que cualquiera de nosotras cuando lleguemos a su edad.
Fabio y yo acudimos a la cena con nuestras mejores galas aunque yo de eso del boato no entienda mucho, pero la ocasión era especial y por mi tito fui capaz de ponerme un vestido largo de tirantes con un chal y un abrigo negro hasta los tobillos que pude comprarme gracias a mi sueldo de reponedora en el supermercado donde llevo explotada un montón de tiempo. Sí, mujer, es poco pero a mí me está pareciendo una eternidad.
Fabio iba de negro, con su gargantilla de bolas de acero y sombrero a lo “Music”. Ya lo he dicho muchas veces. Igual de bello que un dios griego.
Y él, mi amado tío Roberto, tan distanciado como yo de los grandes fastos y la ropa fina, decidió ponerse un traje que a Soraya le llenó de emoción. Era el traje blanco que solía ponerse cuando tocaba el piano en los shows de nuestro anfitrión, de chaqueta y pantalón junto a una camiseta ajustada blanca y zapatos negros. Soraya, al verle, no pudo disimular su alegría y fue corriendo a abrazarle y besarle. “Aún le conservas” le decía entre beso y achuchón.
Tras la cena, brindamos con cava del bueno y Soraya, tras levantarse y recoger un abanico de marfil precioso, le pidió a mi tío que tocara el piano en esa última noche que pasaba con nosotros.
Ni que decir tiene que todos lloramos más que una Magdalena – mira que no consigo quitarme la costumbre de hablar utilizando frases hechas con alusiones bíblicas y religiosas con lo atea que soy, coño. Que si “por esos mundos de Dios”, o “qué gracia que Dios te dio” y un largo etcétera. En fin, lo llevaré con parsimonia y decoro, qué le voy a hacer – Pues eso, que eligieron una canción triste y melancólica que me puso los pelos de punta, “Contigo en la distancia”, uno de los grandes éxitos de Olga Guillot.
Y no hay palabras con que poder expresarte, latido mío, lo que sentí al escuchar cómo tocaba el piano tío Roberto, el Bertín Amoroso acompañante de la “Divina Soraya”, la más divina del show del Luna llena y más divina que la divina Greta Garbo, que ya era superdivina de por sí. Y la canción, mucho más.

No existe un momento del día
en que pueda apartarte de mí,
el mundo parece distinto
cuando no estás junto a mí.
No hay bella melodía
en que no surjas tú
ni yo quiero escucharla
si no la escuchas tú.
Es que te has convertido
en parte de mi alma,
y ya nada me consuela
si no estás tú también.
Más allá de tus labios,
del sol y las estrellas,
contigo en la distancia,
amado mío, estoy.

Al día siguiente tío Roberto volvió a abandonar la ciudad de la misma manera que la abandonó años atrás. La única diferencia es que nos pidió que no le acompañáramos a la estación, que, en esta nueva ocasión, no quería despedidas ni palabras de adiós hechas y requetehechas. Y ni tan siquiera pudo charlar con Sergio, aquél músico callejero del que te hablé hace tiempo. Sí, mujer, el que tenía marionetas y cantaba canciones clásicas, ¿le recuerdas? Pues ni él pudo tampoco despedirlo porque una panda de ultras o de hijos de puta, que al cambio viene a ser lo mismo, le dieron una brutal paliza hace unos meses y le enviaron al paraíso de las Buenas Personas. Qué le vamos a hacer. Si hablas malo y si callas peor. Pero este no es el tema. El hecho es que se marchó solo, con su maleta, sus recuerdos y su misterio. Y se llevó consigo mi amor de sobrina y amiga, mis lágrimas y mis besos. Pero él se quedó con el pedacito de corazón que me correspondía. Se lo llevó consigo para seguir teniendo un punto de referencia por si las cosas iban mal, que no sé por qué pero me da que algo malo pasa por esos mundos de – no lo digo que soy atea –. En fin, que a pesar de la orden de no comparecer en la estación, me di el madrugón del siglo y me marché hasta unos puentes abandonados que hay en la periferia de la ciudad y que están próximos a la estación. Y allí me encaramé y aguardé a que el tren pasara por delante de mí. Y le vi, vida mía, asomado en una de los ventanales, y él me vio a mí y pude comprobar que me dedicaba una sonrisa tierna y dulce, de esas que hacía tiempo que no me dedicaba y que, por supuesto y pese a que me repito más que ni sé, fue una sonrisa que me desarmó por completo.
Pude ver cómo pegaba una de sus manos en el ventanal y que me tiraba un beso, un beso que recogí en el aire y se lo volví a enviar para que se lo llevara en su maleta.
Allí me quedé hasta que el tren desapareció de mi vista mientras lloraba sin cesar y el corazón se encogía por momentos, como me está pasando en este preciso instante en el que no puedo ni escribir ni articular palabras coherentes.
Vas a tener que disculparme, latido en la distancia, pero veo que lo demás te lo voy a tener que contar en una segunda parte de esta misiva. Sólo te adelanto que Fabio me ha convencido para irnos a vivir juntos a una buhardilla que está bien de precio, unos trescientos euros al mes, y que nos podemos permitir juntando los dos sueldos ya que él también ha encontrado trabajo. Ya te contaré lo de la mudanza.
Ahora, la única mudanza es la de mi corazón, que se ha vuelto a quedar sin alegría y motor.
Te quiere y no se cansa de repetirlo mil veces, tu Bea.

PD. DEFENDAMOS SIEMPRE EL AMOR POR ENCIMA DE CUALQUIER OTRO SENTIMIENTO. EL AMOR Y EL CORAZON SON LO UNICO QUE MERECEN SER SALVADOS DE TODO ESTE CAOS...

ISIDRO R. AYESTARAN, de mi novela A LA SOMBRA DE LAS ESTRELLAS, 2000

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