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ya esta disponible... EL CABARET DE LOS SUEÑOS NOCTURNOS

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PINCHA EN LA PORTADA para ver el vídeo presentación de EL CABARET DE LOS SUEÑOS NOCTURNOS, el libro que, de la mano de Producciones Nocturnas y Absenta Poetas, aglutina los poemas, fotografías y relatos que forman parte de Nocturnos y El cabaret de los sueños, mis dos obras literarias ilustradas en Internet. Para los que vivís fuera de Santander, y estéis interesados, lo podréis hacerlo vía e-mail, para remitirlo por correo. Y pronto, tras mi espectáculo Muñecas de cristal, el Gran Show de presentación del libro por diversos lugares de Santander. Precio: 10 euros. Mail de contacto: isidrorayestaran@gmail.com

EL VAGABUNDO DE PONTE SISTO


– Las historias de amor no nos pertenecen. Son tan sólo el resultado de una ilusión óptica favorecida por la emoción y el bienestar que proporciona a nuestro corazón el sentirse amado. Y sus consecuencias, ya sea en forma de felicidad perpetua o de lágrimas solemnes, son tan pasajeras como lo son tantas cosas en la vida. Créeme, mi niño, cuando te digo que el amor es un misterio del que desconocemos el porqué de su nacimiento y las causas exactas de su desaparición.
Se dio un segundo para meditar sus últimas palabras y dio un sorbo a su copa de vino. Fue apenas un instante, pero parecieron siglos.
– El amor – continuó – debería estar presente en cada gesto, en cada palabra o en cada caricia. Pero, en el fondo, no es así. El amor, amigo mío, es casi tan fugaz como esta copa de vino, tan caduco como las hojas del otoño o las miradas que se pierden en un vacío amargo y pleno de significado… Al amor no le importa lo distintas que son dos personas cuando están por separado, sino lo que pueden llegar a sentir cuando están juntas… El amor es como la Fontana di Trevi. Todos echamos una moneda como promesa de un futuro regreso… Pero en realidad, al amor, al verdadero amor, nunca se regresa por mucho empeño que pongamos o por mucha insistencia que pregonemos…
Y por fin, despertó de su amarga pesadilla de soledad interior.
– Perdóname – me dijo con un tono de voz mas conciliador – No sé a qué ha venido toda este circunloquio. Sin darme cuenta, me he puesto a hablar como si fuese una barca a la deriva…
– Todo empezó porque aquel chiquillo comenzó a entonar Caruso – le contesté.
Y como si hubiese dado con la clave de todo, Andrés desvió su mirada perdida hacia el joven músico que amenizaba las terrazas callejeras y nocturnas de Piazza Navona, el enclave mágico al que volvíamos cada noche para empaparnos de la noche bohemia de Roma.
– Caruso… - repitió Andrés en voz baja – Caruso…
– ¿Qué significa para ti esa canción? – me atreví a preguntar.
Andrés sonrió tímidamente y negó con la cabeza como si no quisiera despertarme a su mundo interno y atormentado. Mantuvimos el silencio unos segundos. El tiempo que duró la canción, los aplausos de los que se habían concretado en la Plaza aquella noche y el disimulo por parte de Andrés por ocultar una lágrima.
Volví la mirada hacia toda la plaza para que Andrés no se atormentara más con mis ojos interrogadores. Navona estaba maravillosa aquella noche. Y una sensación de mágico bienestar se apoderada de cada rincón. Incluso la iluminación de la Fuente de los Cuatro Ríos combinaba a la perfección con lo que estaba sintiendo aquella noche.
Andrés volvió a hablar al cabo de unos minutos de silencio íntimo. Y lo hizo con la mirada absorta en sus recuerdos.
– En “Las ruinas del Esculapio” me hice eco de una leyenda para ahondar más en el mundo íntimo de los protagonistas. La leyenda del vagabundo de Ponte Sisto:

“Silvana y Lamberto eran dos enamorados que vieron naufragar su historia de amor a causa de su extremada pasión y de su tormentosa y ciega dependencia del uno hacia el otro. Se veían furtivamente, como aves nocturnas, en el Ponte Sisto. Lamberto venía desde el Trastévere, desde su humilde buhardilla de Piazza di Drago. Silvana, desde su palacete perdido entre la hiedra de Vía Giulia. Pero cuando estaban juntos, no existía más que el amor y la pasión. La obvia diferencia de cultura y clase social la dejaban para sus ancestros, para aquellos que se rasgarían sus vestiduras de conocer dicha historia de amor.”

“En el Ponte Sisto se esperaban cada uno en su extremo hasta que el otro hiciera su anhelada aparición. Entonces, como si su sola presencia sirviera de resorte, comenzaban a andar hasta encontrarse en el centro justo para, como verdadera y única señal, sellar su regreso físico con un beso largo y apasionado. Luego, solían perderse entre las calles oscuros de la Vía Giulia hasta llegar a su Piazza Navona, junto a la Fuente del Moro que, inexplicablemente, llevaba mucho tiempo seca. Allí, su conversación en tono suave, se centraba en la intimidad de sus vidas y en los planes que llevarían a cabo una vez que fueran verdaderamente libres para pregonar su amor por las calles de la Ciudad Eterna.”

“Por el momento, se conformaban con aferrarse el uno al otro como si no desearan otra cosa en la vida que formar un solo cuerpo y una sola alma. Lamberto le recitaba poemas al oído a Silvana y ella, con esa sonrisa especial que sólo sabe proporcionar el sentimiento del amor, le correspondía en silencio.”

“Eran conocidos por los asiduos a la plaza como los amantes de Piazza Navona, porque siempre estaban allí, junto a la fuente seca del Moro, sin moverse, fundiéndose el uno en el otro para, al finalizar, sellar su amor bajo las luces artificiales de las farolas que, estratégicamente iluminaban la plaza. Y como despedida, Lamberto la dejaba en su extremo del Ponte Sisto mientras él se encaminaba hacia su rincón de la ciudad”

“Y así todas las noches, hasta que llegó una en que Lamberto, desde su extremo, se conformó con hacerle el amor a la luna pues Silvana no acudió a la cita nocturna. Y no lo hizo en una semana. Y en dos tampoco. Hasta que una noche, Lamberto recorrió en la más absoluta de las soledades el Ponte Sisto, caminó como un animal herido la Vía Giulia y llegó hasta la Piazza Navona. Se sentó a los pies de la Fuente del Moro y, en silencio, musitó los poemas de amor que recitaba a su amada desde su retiro”

“Un año después, la historia de los amantes de Piazza Navona se había convertido en la leyenda del ángel herido de la Fuente seca del Moro o en la del vagabundo de Ponte Sisto, y aunque nunca nadie habló con él, todos conocían de la soledad y tristeza de Lamberto”

“Y una noche, la noche en que Lamberto acudió por última vez a Piazza Navona, lloró amargamente la soledad de su alma y de su corazón. Y sus lágrimas cayeron sobre la seca fuente, que, como si de un capricho del destino se tratara, sirvió para que, desde entonces, la Fuente del Moro volviera a tener caudal. Después, empapó sus manos en las aguas cristalinas, se humedeció la cara con ellas, y abandonó la plaza en el más absoluto de los silencios”

“Hay quien dice que lo vieron aquella misma noche arrojarse por el Ponte Sisto; incluso los hubo que pregonaron que todas las noches, salía al tejado de su buhardilla a escribir sus poemas con la única iluminación de la luna”

“Lo cierto es que nadie volvió a verle. Ni a Silvana tampoco. Y desde entonces, Piazza Navona se quedó huérfana y silenciosa. Un silencio roto por el correr del agua en la Fuente del Moro”

Andrés se quedó un instante en silencio y, a los pocos segundos, me miró de una forma extraña. De una manera que sólo entendí cuando pasó mucho tiempo.
– Mañana he de dejarte solo vagando por nuestra Ciudad Eterna, mi niño – me dijo.
– ¿Por qué?
– Porque como Lamberto, he de ir solo a llorar mi amargura y a musitar mis poemas de amor.
Aquella fue su respuesta y no volvió a hacer alusión a aquello en todo lo que restaba de noche.
Y tenía razón en sus palabras. Las historias de amor no nos corresponden. Son un símbolo casi intocable e inexpugnable. Y sólo pertenecen a los corazones hambrientos de amor.

ISIDRO R. AYESTARAN, de mi novela SENTIMENTO, 2007

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