¿Cuánto eres capaz de ofrecerme por una sonrisa?
¿Cuánto por una palabra tuya?
Hasta el cielo yo daría por tu compañía,
por una cómplice mirada,
por una caricia del alma que me estremeciera
hasta confesarle a la luna
que era a tí a quien esperaba.
Esta noche he vuelto a venderme entre desconocidos,
me he estremecido entre miradas hostiles,
alrededor de fuegos llameantes que le
daban la espalda al calor que precisaba.
Y me he acercado a tí junto a tu mesa solitaria,
y nos hemos mirado a los ojos con una sonrisa,
y no hemos dicho nada hasta que el brillo
de tu mirada delató que estás tan
solo como yo en esta aventura de la vida.
Nos hemos apeado de este tren loco y absurdo
en el que no hay sitio para el sentimiento,
y nos hemos confesado nuestras tristezas
entre lágrimas por las ausencias de un "te quiero"...
Y es que por una mirada tuya
he olvidado quien soy y lo que soy por las noches,
y tú has sonreído a las estrellas sabiéndote
poseedor de un secreto en este desierto de nubes
que apagan la luz de mi alma...
Por una mirada tuya, cariño mío,
he olvidado la noche para recordar
qué se siente al comprobar que las caricias
tienen magia y que nunca la perdieron.
Tú eres el espejo donde proyectar la ilusión,
eres el destino de este ensoñamiento certero
al que me aferro una y otra vez...
No nos soltemos nunca...
No perdamos nunca el destino de nuestras miradas...
ISIDRO R. AYESTARAN, 2007
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