Cuando anochece en mi corazón,
cuando el crepúsculo
luce su más bello color,
cuando a los pies del acantilado
se asoma un horizonte vago,
es entonces cuando echo en falta
el no haberme desprendido
de todo mi amor para que
éste anidara en tu alma.
Y alzo mis brazos a tu mirada,
a esa maravillosa sonrisa,
a esa lágrima furtiva
que camina en la nada…
Y te miro a tí,
y te pido perdón
por no haber sabido comprender
el calor que precisabas
y la magia de tu querer.
Y un te quiero se escapa
de mis labios,
un aroma de olvido,
de lejanía,
un recuerdo marchito
de lo que debió haber sido
y no fue, la confidencia eterna
y la complicidad mutua
de nuestro ayer.
NUEVE DE SEPTIEMBRE
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