He sentido la fuerza de tu amor
en un constante naufragio de soledad
al tiempo que la luz de la luna iluminaba
tus pasos hacia nuestra morada.
He sentido cómo el deseo
se aferraba a una locura oportuna
de eternos “te quiero” y perpetua
dulzura en nuestra mirada.
He sentido el poder del calor
en un regazo de arrebatos opacos
que me cegaban tras el fulgor
apetecible de tus abrazos.
He sentido que sin ti no soy nada
y que la lluvia del rostro empaña
mi mirada gris entonando un canto
a una vida rota y apagada.
He sentido que contigo quiero sentir,
amar, compartir, reír y vivir,
y que, enlazando nuestras manos,
caminamos juntos en un sendero
de vida y arrumacos sabiendo
que vamos a un mismo destino:
la llegada a un nuevo mundo,
el retorno a nuestras miradas
y el delirio en nuestros sentidos.
en un constante naufragio de soledad
al tiempo que la luz de la luna iluminaba
tus pasos hacia nuestra morada.
He sentido cómo el deseo
se aferraba a una locura oportuna
de eternos “te quiero” y perpetua
dulzura en nuestra mirada.
He sentido el poder del calor
en un regazo de arrebatos opacos
que me cegaban tras el fulgor
apetecible de tus abrazos.
He sentido que sin ti no soy nada
y que la lluvia del rostro empaña
mi mirada gris entonando un canto
a una vida rota y apagada.
He sentido que contigo quiero sentir,
amar, compartir, reír y vivir,
y que, enlazando nuestras manos,
caminamos juntos en un sendero
de vida y arrumacos sabiendo
que vamos a un mismo destino:
la llegada a un nuevo mundo,
el retorno a nuestras miradas
y el delirio en nuestros sentidos.
ISIDRO R. AYESTARAN, 2007
2 comentarios:
¡Qué alegría volverte a leer!
Gracias por regresar a este renovado NOCTURNOS tras la desmotivación que me llevó a clausurarlo el pasado viernes.
Hacer las cosas en caliente suelen ser peligrosas y dañinas. Principalmente para uno mismo.
Debo advertir que este fin de semana he recargado las pilas y que las musas me han hecho mucha compañía, por lo que aventuro que habrá blog para rato.
Mil gracias otra vez, chulapo.
Te espero
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