He vuelto muchas noches al Rick´s porque tenía la corazonada de que ella estaría allí esperándome, apoyada en la barra y ante una bebida exótica. Seguramente estaría escuchando "Honky tonk man", recordando nuestro baile en el bar y en la cama.
Pero no. Ella nunca ha vuelto por allí aunque la canción sí ha sonado continuamente. Era yo quien la solicitaba a la máquina mientras mi corazón se desvivía por una mirada suya, por que apareciera en ese instante ante mí, me tendiera sus brazos y, meciéndola suavemente, la llevara al país de la felicidad eterna a través de mis movimientos y de mis besos.
Sólo una noche con ella me ha servido para comprender que ya no puedo vivir con su ausencia perpetua. Necesito verla, amarla, hacerla feliz.
Muchas veces he pensado que mi dama de negro huía de algo aquella noche. Un marido violento o imposible, una familia destructora y castradora, unos hijos con un cariño inexistente... O quizá huía de ella misma, harta de vivir continuamente una mentira que, por muy piadosa que fuese, la destrozaba por dentro hasta límites insospechados.
No sé. Su nota junto a la rosa me desveló que, simplemente, buscaba amor aunque fuese por una sola noche, pero amor en definitiva. Y yo se lo di como hacía tiempo que no se lo había dado a nadie.
Te hice feliz una noche, dama de negro. Yo, a cambio, sólo te pido que me hagas feliz la vida entera si es preciso. Que me alimentes con tu mirada y tus abrazos, con tu silencio arrebatador y misterioso...
ISIDRO R. AYESTARAN, de mi novela EL AMOR VESTIA DE NEGRO, 1998
No hay comentarios:
Publicar un comentario