Ya enfila el callejón del gato la sombra de los cirios prendidos; bajo palio, la señora de las lágrimas, la de las manos entrelazadas, la del nudo en un corazón roto de dolor y amargura…
Ya su mirada se torna melancólica proyectada en quien la presencia, en quien la siente y la porta en sus hombros, en quienes lloramos por su triste historia…
Ya siento en mi interior tu voz entrecortada y el hilo de un susurro que musita el nombre de tu delirio de madre, vientre aniquilado por el odio de los que no sienten, no comprenden, no quieren saber ni tener memoria…
El sonido de la trompeta te acerca a mi alma, el redoble del tambor te aproxima a mi mirada, a mi alcoba deshabitada de tu aroma y tu cariño, pues ahora, a lo lejos de una oscura callejuela, partes al encuentro de tu hijo siguiendo el sendero y la huella del sudor, la sangre, los gritos, la incomprensión…
Y tú les miras sin saber el porqué, en un intento por demostrar que el amor lo puede todo si se sabe escuchar, si se sabe mirar, si se logra tender la mano amiga al alma desnuda de quienes la perdieron aferrándose a la mentira y el rencor…
Vete, madre, hacia ese encuentro de abrazos requeridos, de consuelo y aliento directo a unos ojos sin brillo que anhelan los tuyos envueltos en sonrisa y ternura, para, tras la huella de un beso perdido, Él seguir su calvario, y tú, con el corazón dormido, anhelar un nuevo encuentro en otro mundo lejos de este, donde a los pies de una cruz perpetua, nos dejamos morir un poco por volverte a pasear por nuestras calles, nuestros rincones, nuestras gentes… en un viaje desde lo más profundo de nuestros corazones entre trompetas, tambores, procesiones y saetas, como la que hoy te dedico siguiéndote por esta calle que no es otra que la de mi propia vida marcada por tu presencia.
Ya su mirada se torna melancólica proyectada en quien la presencia, en quien la siente y la porta en sus hombros, en quienes lloramos por su triste historia…
Ya siento en mi interior tu voz entrecortada y el hilo de un susurro que musita el nombre de tu delirio de madre, vientre aniquilado por el odio de los que no sienten, no comprenden, no quieren saber ni tener memoria…
El sonido de la trompeta te acerca a mi alma, el redoble del tambor te aproxima a mi mirada, a mi alcoba deshabitada de tu aroma y tu cariño, pues ahora, a lo lejos de una oscura callejuela, partes al encuentro de tu hijo siguiendo el sendero y la huella del sudor, la sangre, los gritos, la incomprensión…
Y tú les miras sin saber el porqué, en un intento por demostrar que el amor lo puede todo si se sabe escuchar, si se sabe mirar, si se logra tender la mano amiga al alma desnuda de quienes la perdieron aferrándose a la mentira y el rencor…
Vete, madre, hacia ese encuentro de abrazos requeridos, de consuelo y aliento directo a unos ojos sin brillo que anhelan los tuyos envueltos en sonrisa y ternura, para, tras la huella de un beso perdido, Él seguir su calvario, y tú, con el corazón dormido, anhelar un nuevo encuentro en otro mundo lejos de este, donde a los pies de una cruz perpetua, nos dejamos morir un poco por volverte a pasear por nuestras calles, nuestros rincones, nuestras gentes… en un viaje desde lo más profundo de nuestros corazones entre trompetas, tambores, procesiones y saetas, como la que hoy te dedico siguiéndote por esta calle que no es otra que la de mi propia vida marcada por tu presencia.
ISIDRO R. AYESTARAN, 2008
2 comentarios:
Hola! Soy brasileño y me encantam tus versos y tu blog todo. No hablo muy bien el español, pero lo comprendo.
Tengo un blog tambien: http://sagradoxprofano.blogspot.com
Donde eres tú?
Felicidades. Gracias por enviarme siempre al correo lo último.
Que sepas que lo veo siempre y siempre me emociona.
Javier.
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