os espero en mi nuevo trabajo

os espero en mi nuevo trabajo
pincha en la fotografía para acceder a EL CABARET DE LOS SUEÑOS

ya esta disponible... EL CABARET DE LOS SUEÑOS NOCTURNOS

ya esta disponible... EL CABARET DE LOS SUEÑOS NOCTURNOS
PINCHA EN LA PORTADA para ver el vídeo presentación de EL CABARET DE LOS SUEÑOS NOCTURNOS, el libro que, de la mano de Producciones Nocturnas y Absenta Poetas, aglutina los poemas, fotografías y relatos que forman parte de Nocturnos y El cabaret de los sueños, mis dos obras literarias ilustradas en Internet. Para los que vivís fuera de Santander, y estéis interesados, lo podréis hacerlo vía e-mail, para remitirlo por correo. Y pronto, tras mi espectáculo Muñecas de cristal, el Gran Show de presentación del libro por diversos lugares de Santander. Precio: 10 euros. Mail de contacto: isidrorayestaran@gmail.com

TE QUEDARAN LOS RECUERDOS...



Durante toda la tarde, no cesó de llover. Miguel estaba despierto, mirando al vacío. Ricardo, a su lado, controlaba la válvula del oxígeno.

- Hoy tienes mejor aspecto - dijo Ricardo sonriendo.

Miguel, absorto en sus propios pensamientos, no le contestó.

- ¿Quieres que te traiga alguna cosa?

Miguel le miró. Su mirada, apagada y triste, se le clavó en el corazón a Ricardo.

- Amigo mío... Tengo algo que decirte.

- No hables mucho, que no te conviene fatigarte.

- No me importa, Ricardo - siguió diciendo Miguel con dificultad - Sé que me queda poco y lo que me sobra es tiempo para poder descansar a gusto.

- No digas eso. Ya verás qué pronto estarás de nuevo en activo. Tan sólo es cuestión de tiempo.

- Tiempo... - musitó Miguel - Escúchame. He hablado con mi madre y ella está de acuerdo con lo que te voy a pedir... Si me ocurriera algo...

- ¡¡¡Por favor, Miguel!!! - dijo Ricardo levantándose - No quiero oírte decir esas cosas. Tú no te me vas a morir.

- Escúchame, por favor...

Ricardo intentó serenarse y le cogió las manos a su amigo.

- Ricardo... Es mi deseo que me incineren y que seas tú quien entierre mis cenizas a los pies de nuestro viejo roble, junto donde están grabados a navaja nuestros nombres, en el jardín donde jugábamos de pequeños... Será como si no hubiese pasado el tiempo por nosotros, como si no hubiésemos vivido toda esta maldita pesadilla que ha terminado por destrozarnos el corazón y la vida... ¿Lo harás?

Ricardo le miró llorando sin parar.

- Sabes que sí, amigo mío... Pero no te me vayas todavía porque te necesito, Miguel. Sé que soy un maldito egoísta, pero no quiero que te vayas, porque si lo haces, ya no me quedará nada.

- Sí, Ricardo - dijo Miguel con mayor dificultad - Te quedarán los recuerdos de una época maravillosamente imborrable, de nuestra amistad y de mi sincero corazón que ha estado enamorado de ti toda la vida.

Miguel suspiró al tiempo que Ricardo se retiró las lágrimas.

- Sabía que podía contar contigo...

Miguel miró hacia el ventanal de la habitación y contempló cómo anochecía.

- La de veces que hemos visto juntos anochecer... ¿recuerdas?

- Me acuerdo de todos y cada uno de ellos, Miguel... De tus mágicas charlas cuando salía la luna... y de las veces que me decías "te quiero" sin saber aún lo que sentías por mí...

Se quedaron en silencio durante unos segundos y Ricardo le acarició el rostro.

- Te quiero mucho, Miguel.

Miguel sonrió y continuó mirando hacia la ventana.

- Qué bonito está el cielo con estos colores...

Luego, en silencio, miró a Ricardo mientras en el exterior, el naranja crepuscular daba paso a la noche oscura y triste.


Miguel murió esa misma noche.

Murió de amor y con la seguridad de que reposaría para siempre junto al viejo roble de su casa del pueblo.

Antes de que los empleados de la funeraria colocaran la tapa al ataúd, Ricardo besó a su amigo en la frente, se despidió de él y dejó escapar una lágrima que cayó a la altura del corazón de su alma gemela.

Junto al viejo roble, en el agujero en la tierra donde Ricardo había enterrado las cenizas de Miguel, Luisa había plantado un geranio en flor. La señal que indicaba el lugar exacto donde se encontraba el corazón de su hijo.

Ricardo estuvo allí el fin de semana, sin separarse para nada del viejo roble, sentado en el jardín y apoyando la espalda en el tronco, mirando sin parar al geranio en flor y pasando sus manos por, donde hace años, habían grabado sus nombres a navaja.

Al ver de nuevo los nombres grabados en el tronco, Ricardo derramó una lágrima y, tras unos segundos, se encaminó hacia los acantilados de la pequeña cala que había en la falda de la colina donde se encontraba la casa de Luisa.

Ella se encontraba sentada en el borde de uno de ellos. Pronto anochecería y comenzó a enfriar. Ricardo se sentó junto a ella y permanecieron allí bastante rato, con las manos entrelazadas y sintiéndose el uno cercano al otro.

Luisa apoyó su cabeza en el regazo de Ricardo en silencio y sin derramar una sola lágrima. Ya no le quedaban. Se había quedado seca de tanto llorar.

Ricardo, evocador, miraba fijamente al horizonte, al mar tranquilo, al cielo crepuscular...

Vieron juntos anochecer cogidos de la mano y sin moverse de allí.

Cuando las estrellas hicieron acto de presencia, las contemplaron y, a través de una de ellas que brillaba con mayor intensidad, Ricardo volvió a pensar en Miguel... y en sus recuerdos.


ISIDRO R. AYESTARÁN, de mi novela LA SONRISA AMIGA, 1999

1 comentario:

. § . dijo...

El dolor jamas podra ser escrito.

¿como Ricardo podria dejar de pensar en su amigo?

como podriamos dejar de pensar en el dolor de la fragmentacion espiritual de cada uno.
como no imaginar la constante fragmentacion de un animal acelerado que gruñe por su alimento y que mira de reojo a ver si otro cuerpo podria serbir de aliño apra su plato.

cuando nos encontramos con lo que ams nos duele, con ese dolor casi inexplciable, inenarable, ofrecemos unc ariño, Ricardo acariciando la mejilla de su amigo, cuando es el amigo su profundo dolor.

sutil melancolia de tu texto, recuerdo alguna vez haber llorado como Ricardo.

voi estar leyendo por aca. Creo que hay mucho que leer.

Saludos