Hoy siento el amanecer en cada caricia que me regala tu enorme capacidad de amar; la intensidad de tu brillo en la mirada en cada uno de tus gestos y el asentimiento mágico y cautivador de tus palabras.
Hoy me hundo en tu regazo y me ahogo con el licor de tu pasión al tiempo que nos aferramos el uno en el otro en una sumisión que nos habla de manos entrelazadas, complicidad en los sentimientos y suspiros traducidos a mil idiomas para expresar la conformidad de tus movimientos en ese viaje apasionante al mundo de las estrellas y la luz.
Hoy me encadeno a perpetuidad a tu alma mientras rasgamos las mordazas y los antifaces de aquellos que miran hacia otro lado al tiempo que apedrean y lapidan las cuatro paredes de nuestro desaforado ardor.
Y hoy, cuando llegue la noche y las calles queden silenciosas, las ventanas enclaustradas y el negro arrebate al blanco la propiedad de la ciudad, tú y yo saldremos a ese exterior represor y censor que no comprende que nuestros cuerpos se fundan en uno solo, para gritar a esa inmensidad muda que el sometimiento de nuestros sentidos se debe a un solo motivo: tener el amor como bandera y la libertad como perfecta banda sonora a esa sumisión del uno hacia el otro.
Hoy me hundo en tu regazo y me ahogo con el licor de tu pasión al tiempo que nos aferramos el uno en el otro en una sumisión que nos habla de manos entrelazadas, complicidad en los sentimientos y suspiros traducidos a mil idiomas para expresar la conformidad de tus movimientos en ese viaje apasionante al mundo de las estrellas y la luz.
Hoy me encadeno a perpetuidad a tu alma mientras rasgamos las mordazas y los antifaces de aquellos que miran hacia otro lado al tiempo que apedrean y lapidan las cuatro paredes de nuestro desaforado ardor.
Y hoy, cuando llegue la noche y las calles queden silenciosas, las ventanas enclaustradas y el negro arrebate al blanco la propiedad de la ciudad, tú y yo saldremos a ese exterior represor y censor que no comprende que nuestros cuerpos se fundan en uno solo, para gritar a esa inmensidad muda que el sometimiento de nuestros sentidos se debe a un solo motivo: tener el amor como bandera y la libertad como perfecta banda sonora a esa sumisión del uno hacia el otro.
ISIDRO R. AYESTARAN, 2007
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