Con los días, Miguel enfermó. Su angustia y el que su ilusión por amar hubiera acabado de aquella manera tan trágica, afectó considerablemente a su destrozado corazón.Todo él era fragilidad, no podía ni tenerse en pie, su fiebre comenzaba a subir alarmantemente a medida que pasaba el tiempo, por las noches deliraba y, en sueños, no cesaba de repetir una y otra vez "amor mío, amor mío..." En aquellos duros momentos, Ricardo no consintió que nadie lo alejara del lado de su alma gemela. Quiso estar junto a él incluso cuando el médico le había aconsejado a Luisa que lo mejor era ingresarlo en el hospital al comprobar que su salud iba a peor y que su corazón parecía negarse a seguir trabajando.A Ricardo también se le partió el corazón al verlo postrado en aquella horrible cama y con los tubos del oxígeno puestos en la nariz. En el hospital, Ricardo se pasaba todas las tardes mientras Miguel dormía profundamente y el crepúsculo se filtraba a través del ventanal de la habitación. Pero aquella constante visión del anochecer que Ricardo contemplaba con verdadera y trágica amargura, le parecía distinta a como lo había visto anteriormente a lo largo de su vida. Y también comprobaba cómo su corazón se encogía ante las tristes circunstancias que había vivido durante los últimos meses.Una tarde, tras observar el crepúsculo, se acercó a la cama y observó a Miguel dormido. Su rostro rezumaba paz y serenidad. Le pasó la mano por sus revueltos cabellos, por el sudoroso rostro y Ricardo esbozó una sonrisa amarga antes de derramar una lágrima.
- Cuántas veces he oído eso de "morir de amor" sin saber realmente lo que significaba. Y es ahora cuando me doy perfecta cuenta de lo que quiere decir... Amigo mío, mi amor... El amor no nos quiere, Miguel, y es como si al no poder haber estado juntos de la forma que tú querías, el destino me hubiese castigado arrebatándome a todos aquellos a quien más he querido en este mundo...
Ricardo derramó una lágrima mientras continaba mirando a su amigo. Tras unos instantes en los que permaneció en silencio, una enfermera le avisó de que la hora de visitas había finalizado.Sin dejar de mirar a su amigo, Ricardo se levantó y salió de la habitación tras besarlo en la mejilla.
- No te vayas de mi lado aún... que enseguida vuelvo.
En el pasillo se encontraba Luisa, completamente deshecha y rota por lo ocurrido con su hijo. Miró a Ricardo por espacio de unos segundos y sonrió levemente cuando él la estrechó entre sus brazos. Tras levantarse, abandonaron juntos el hospital.
- No te vayas de mi lado aún... que enseguida vuelvo.
En el pasillo se encontraba Luisa, completamente deshecha y rota por lo ocurrido con su hijo. Miró a Ricardo por espacio de unos segundos y sonrió levemente cuando él la estrechó entre sus brazos. Tras levantarse, abandonaron juntos el hospital.
ISIDRO R. AYESTARAN, de mi novela LA SONRISA AMIGA, 1999
1 comentario:
Mi novio murió hace poco y, leyendo este párrafo, he sentido la necesidad de expresar que nunca lo olvidaré y que cada noche que vivo en soledad en mi cama, se me hace eterna y muy dura.
Nocturnos me parece genial.
Felicidades.
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