os espero en mi nuevo trabajo

os espero en mi nuevo trabajo
pincha en la fotografía para acceder a EL CABARET DE LOS SUEÑOS

ya esta disponible... EL CABARET DE LOS SUEÑOS NOCTURNOS

ya esta disponible... EL CABARET DE LOS SUEÑOS NOCTURNOS
PINCHA EN LA PORTADA para ver el vídeo presentación de EL CABARET DE LOS SUEÑOS NOCTURNOS, el libro que, de la mano de Producciones Nocturnas y Absenta Poetas, aglutina los poemas, fotografías y relatos que forman parte de Nocturnos y El cabaret de los sueños, mis dos obras literarias ilustradas en Internet. Para los que vivís fuera de Santander, y estéis interesados, lo podréis hacerlo vía e-mail, para remitirlo por correo. Y pronto, tras mi espectáculo Muñecas de cristal, el Gran Show de presentación del libro por diversos lugares de Santander. Precio: 10 euros. Mail de contacto: isidrorayestaran@gmail.com

LAS COSAS DE LA VIDA


(...) Total, que como la noche prometía en desvelos varios, decidí hacer caso a mi maridito del alma y me fui a echar un vistazo a mis tres niños, que ya dormían plácidamente (los dos más pequeños, claro) y soñando con los angelitos y las buenas cosas de la vida. Sólo mi alter ego de apenas trece años se mantenía fiel a sí mismo en el sentido de continuar despierto al comprobar calladamente que su tiíto andaba algo preocupado aquella noche de sábado.
– Si es que se te nota a la legua – me dijo al verme entrar en su cuarto y sentarme en su cama, junto a él – Que a mí no me engañas con milongas y excusas banales de todo punto inverosímiles. Anda, cuéntamelo todo y así, de paso, nos hacemos compañía en nuestros respectivos desvelos. Que uno, a pesar de la edad, también tiene lo suyo.
– Ay, coñe, Felixín. No me asustes con ese tono de voz tan crepuscular que me das miedo… Al tío Rafael no le tienes que hacer mucho caso, mi niño. Ya sabes que la vida es un teatro que…
– Que sí, joroba. Que ya me lo sé de memoria de tanto oírtelo repetir. Que si Quiroga, León y Quintero compusieron la banda sonora de todo este tinglado; que si las coplas no son sino el fiel reflejo de las vidas de los pobres mortales que aún creen en el amor; y que si todas esas mamarrachadas con olor a lavanda y politus te están haciendo polvo la sesera y los sentimientos…
– No califiques de mamarrachadas al mundo del amor porque ahorita mismo te deporto junto a don Matías y Sor Visi en su periplo evangélico. Que tú aún eres un niño y no sabes de la misa la media. Qué digo ni la media, no sabes ni una décima parte.
– ¿Pero a estas alturas de la película esta me vas a convencer tú de la infalibilidad de todo eso? Y ya sabes a qué me refiero.
Sorprendido es la palabra que debería emplear. Esa y “anonadado”, “patidifuso” y alguna que otra que no me atrevo a repetir por si algún erudito leyera estas excelsas páginas y me calificara de agresor y maltratador de la Real Lengua Española.
– El amor es una patraña que únicamente existe en los ojos de los cegatos – sentenció para mi propio pasmo.
– Espera un momentín – le dije – que creo que me va a dar el telele de todos los sábados noche… Repite lo que me has dicho de esa manera tan convencida, que hoy no tengo yo el potro este salvaje para trote alguno… Que como si no tuviera uno bastante con el follón de Padre y Señor mío en el que están metidas mis señoronas, tú te has empeñado hoy en darme la noche. Desaprensivo, que eres un desaprensivo.
– Tú eres un buen ejemplo de mis palabras, tiíto. Y lo digo sin maldad alguna, que ya me conoces cuando se trata de tus cosas. Pero no me negarás que el amor hace unas putadas de tomar pan y mojar en ellas. Ahí tienes tu historia rota con Moncho…
– ¡¡Esa historia se mantiene viva, capullo!!
– No te exaltes, coño. Y recuerda cómo cuando más felices erais los dos, va él y la palma de mala manera dejándote solo, triste y ojeroso.
– Eso no fue culpa del amor, mi niño. Y te repito que tú eres aún un mocoso para entender ciertas cosas de la vida esta de la que formamos parte, nos guste o no.
Le miré directamente a los ojos con los míos húmedos, y sin anestesia ni nada, decidí confesarle la verdad.
– Es cierto que Moncho, físicamente, ya no se encuentra a nuestro lado, regalándonos sus caricias, sus sonrisas, sus miradas siempre cómplices y oportunamente conciliadoras… pero de vez en cuando se sigue apareciendo y me habla y me cuenta sus cosillas y cómo le va la vida allá por el cielo.
Felixín me miró con los dos ojos como platos soperos, pero me dio igual que me tomara en ese momento por un majara. Yo, en ese momento, disfruté como un niño en una noria infantil contándoselo todo… Y al final, esperé impaciente unos minutos a que el crío reaccionara de alguna manera para que me contara sus impresiones acerca del descubrimiento de mi confidencia.
– Vamos a ver, tiíto – comenzó diciendo sin quitarme ojo de encima – Que entre el sábado tarde que me has dado con la peli de la Montiel, el hermanastro y el recogido, que no han hecho otra cosa que berrear de lo lindo, la merienda en casa de la neurasténica esa de la condesa amiga tuya, y esto que me acabas de contar, una de dos, o lo olvidamos todo como si hubiera sido una broma por haber sufrido en nuestras carnes semejante tarde alocada y cerril, o por el contrario voy a optar por abonarme de manera perpetua al público del Dolce Vita ese de telecinco y pasarme por mi querida y párvula entrepierna mis principios más ancestrales… ¿Me quieres hacer creer que el Monchín todavía te come la oreja desde el Más Allá?
– De no ser así, no te lo hubiera contado, mi niño. Tú eres lo más importante que tengo en este mundo de los vivos. Por eso te he narrado esta confidencia mía que provoca que mi corazón todavía lata a un ritmo adolescente cada vez que pienso en el amor de mi vida que, de vez en cuando, todavía sigue vivo en mi ilusión y hasta en la forma de respirar…
Y se lo dije con tantas lágrimas en los ojos, que el chiquillo optó por humedecer sus manos con ellas para hacerlas suyas también. Y como el momento este que tuve con mi sobrino del alma, corazón y vida, fue tan especial, comencé a susurrarle una canción preciosa que la Shaila le canta al recuerdo de su madre muerta (la Dúrcal) y que yo, profanándola, hice mía también. Bueno, mía y de mi sobrino. Y por supuesto, de mi Moncho:

Aunque estas lágrimas me digan lo contrario,
y los días llenos de silencios no se van,
aunque cada tarde trae sujetas tus palabras,
y este viento fuerte grite que no estás.

A pesar de todo lo que estoy pasando a diario,
y a pesar de lo que nunca te pude decir,
yo te doy las gracias por todo lo que vivimos.
Este amor tan grande se quedó conmigo.

Y si las distancias con los sueños se hacen cortas,
por estar contigo no quisiera despertar,
y hoy quiero decirte que olvidarte es imposible.
Este amor tan grande vive aquí conmigo.

Préstame tus fuerzas, dame tu ternura,
déjame decirte que la vida es dura,
quiero que tú sepas que aquí estás conmigo
aunque el cruel destino haya pagado mal.

Háblame en silencio, quítame estas dudas,
acaricia mi alma, vuélvete la luna
para contemplarte y decirte te extraño,
para dedicarte todo lo que soy,

porque son tus ojos con los que veo.
Y es que son tus ojos con los que miro yo.

Tras la canción maravillosa, el silencio se hizo patente y latente entre nosotros dos. Y en eso (lo juro), una brisa atravesó el ventanal del cuarto del chiquillo haciendo que mi niño se estremeciera. Y seguido a esto, se obró nuevamente el milagro.
– Ay, tiíto – me dijo todo pálido – Que he sentido cómo Moncho me hablaba al oído…
– ¿Y qué te ha dicho? – pregunté sonriendo (y porque una es muy cotilla).
– Me ha dicho que todas las noches, tras hablar contigo, se asoma al balcón de su nube y que me lanza un beso de ánimo e ilusión para que la vida sólo me depare suerte y cariño allí por dónde yo camine… Y me ha dicho también que no me preocupe por nada… Que mientras él siga allí arriba, ni tú ni yo seremos nunca desgraciados porque de ser así, se remangará el hábito ese que llevan todos, se quitará las alas ridículas que le obligan a llevar, y que le echará la bronca padre al Jefe Supremo y…
Le tapé la boca con mi dedo índice, le revolví un poco el flequillo que le daba un aire de niño travieso, y él, con una sonrisa en los labios, cerró los ojos y se quedó profundamente dormido.

ISIDRO R. AYESTARAN, de mi novela EN UN MUNDO NUEVO-LA DIVINA SORAYA EPISODIO II, 2007

No hay comentarios: