Sólo los kilómetros me han hablado
de tu distancia; sólo ellos me han susurrado,
cruelmente, lo lejos que de mí estabas.
Y al abrir mi ventana de la esperanza,
aquella de la que mi corazón es la vida,
sinceramente, amor mío, te añoraba.
Y una sola palabra se deslizó a través de mis labios,
aquella que más he sentido al pronunciar,
conjuntamente, lágrimas ya olvidadas,
porque, si el destino nos había separado,
haciéndome olvidar lo que sentía,
sólo la fuerza de nuestro amor
me hizo ver que, aunque lejos, aún te quería.
ISIDRO R. AYESTARAN, 1997
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