os espero en mi nuevo trabajo

os espero en mi nuevo trabajo
pincha en la fotografía para acceder a EL CABARET DE LOS SUEÑOS

ya esta disponible... EL CABARET DE LOS SUEÑOS NOCTURNOS

ya esta disponible... EL CABARET DE LOS SUEÑOS NOCTURNOS
PINCHA EN LA PORTADA para ver el vídeo presentación de EL CABARET DE LOS SUEÑOS NOCTURNOS, el libro que, de la mano de Producciones Nocturnas y Absenta Poetas, aglutina los poemas, fotografías y relatos que forman parte de Nocturnos y El cabaret de los sueños, mis dos obras literarias ilustradas en Internet. Para los que vivís fuera de Santander, y estéis interesados, lo podréis hacerlo vía e-mail, para remitirlo por correo. Y pronto, tras mi espectáculo Muñecas de cristal, el Gran Show de presentación del libro por diversos lugares de Santander. Precio: 10 euros. Mail de contacto: isidrorayestaran@gmail.com

PARA SIEMPRE


(...) Cuando llegué al hospital era demasiado tarde. La hemorragia interna que mi amiga tenía la había destrozado por completo. Como nadie sabía lo de su embarazo, ninguno reparó en ello hasta que fue demasiado tarde.
Mi amiga había muerto.
Y yo creí morirme también.
Y Fabio, que estaba en Urgencias porque le había mandado un mensaje al móvil.
Allí estábamos las dos personas que más la habían querido, entendido y adorado, de este mundo de mierda prefabricado por verdugos asesinos y dignatarios fariseos e hipócritas que se lavan las manos ante ciertos problemas como Pilatos hizo en su día con Jesucristo.
También estaban sus padres, pero esos sí que eran despreciables sin necesidad de que ocuparan cargo público alguno. Los miré a la cara y quise matarlos allí mismo. Al padre y a la madre, a ese par de cabrones mal nacidos que le habían dado una paliza de muerte a mi amiga por el hecho de haberse quedado embarazada sin saber quien era el padre, por permitir que ella, huyendo de ese par de monstruos fascistas, saliera corriendo sin saber muy bien a dónde dirigirse y, por las lágrimas y lo confuso del momento, se cruzara con todos los coches que venían por la carretera y que la empotraron contra la fachada de un edificio.
Muerta, sin un corazón que pudiera palpitar, sin un motor capaz de darle vida, sin nada. Un cuerpo inerte destrozado por los golpes y sobre una camilla. Eso es todo lo que había quedado de mi amiga Marta.
Fabio y yo guardamos silencio por mucho que pensáramos en ese momento. Nos aferramos el uno al otro como si fuéramos lo único que tuviéramos en esta vida. Y, en todos los sentidos, así era. Fabio me tenía a mí y yo le tenía a él. Y así sería hasta que el destino caprichoso dispusiera lo contrario.
Mis padres también llegaron a Urgencias y se acercaron para preguntarme lo que había ocurrido.
– Pero ¿qué ha pasado? – preguntó papá sin quitarle ojo a Fabio.
Con mis lágrimas supo la verdad y se sentó a mi lado.
– Dios mío – dijo mamá – si era una cría… ¿Cómo ha sido?
Pero a esa pregunta no contesté. Alcé la mirada y la clavé como si fueran dardos envenenados en los progenitores de mi amiga, visiblemente destrozados por la pérdida de su hija y culpándose el uno al otro por lo ocurrido.
Fabio comenzó a derramar varias lágrimas y se las restregó con la mano por toda la cara. Estaba deshecho de una manera sincera y honesta. Me miró y se apoyó en mi hombro. Los dos nos fundimos en un mismo llanto y le acaricié el rostro.
– Sólo quedamos nosotros – le dije llorando – Tendremos que cuidar el uno del otro, cariño mío…
– Claro que sí, mi reina, claro que sí.
En eso, un médico entró en la sala y se dirigió hacia los padres de Marta. Los míos también se acercaron. No sé a qué, pero lo hicieron.
– Será mejor que se vayan a casa, señores. Aquí ustedes no pueden hacer ya nada. Hasta mañana no la llevaremos al tanatorio…
La madre rompió a llorar.
El médico carraspeó un poco antes de proseguir y darles un documento.
– Esto es para ustedes. Han sido muy amables donando los órganos de su hija.
– Era lo mínimo que podíamos hacer…
Salté como si me hubieran pinchado y me acerqué.
– ¿Qué es lo que han hecho con mi amiga? – dije llorando.
Fue papá quien mantuvo la serenidad para disminuir la tensión del momento.
– Beatriz… Pueden salvarse muchas vidas así. Tu amiga ya no los va a necesitar…
– ¿La van a trocear y repartir sus pedazos por otros cuerpos?
– ¡No seas salvaje! ¡Estos señores han hecho lo correcto!
Miré a los “señores” que dijo mi padre y les espeté todo mi odio y rencor.
– La enfermera me contó lo de los golpes que ustedes le habían propinado por el hecho de estar embarazada.
– ¡Embarazada! – dijo mamá – ¡Dios mío!
Los padres humillaron la mirada.
– Porque fue por eso, ¿verdad? – continué diciendo – Malditos salvajes… fascistas asesinos… hijos de puta…
– ¡¡Beatriz!! – gritó papá – Ya está bien.
Les miré a todos llorando y gritando.
– ¡¡Era mi amiga!! ¡¡Y yo la quería tal y como era!! ¡¡Y por vuestro ansia de tener un mundo perfecto habéis acabado con ese cariño que nos teníamos!! ¡¡Ese cariño y ese amor!! ¡¡Porque amaba a mi amiga aunque vuestros oídos contaminados de convencionalismos y falsa moral os sangren por haberlo escuchado!!
Ni mis padres ni los de Marta dijeron nada al respecto. Bajaron sus cabezas como si se sintieran culpables por el significado de mis palabras.
Fabio se me acercó y me abrazó.
– Vámonos, Bea… Que se queden con su dolor y su conciencia de mierda. Nosotros sí que tenemos a la verdadera Marta habitando en lo más profundo de nuestros corazones. Y así será para siempre. Eso es lo que nos debe importar en estos momentos… Lo único que de verdad merece la pena…

ISIDRO R. AYESTARAN, de mi novela A LA SOMBRA DE LAS ESTRELLAS, 2000

No hay comentarios: