Una pareja recortada en el horizonte del exceso, donde la perdición es su constante señal de identidad. Un hombre y una mujer que han optado por acabar el uno con el otro de una manera atroz, a juego con la pasión arrolladora que protagonizó su tormentosa historia de amor. Dos siluetas arrastradas por una marea de desesperanza, donde la luna no influye en el ritmo ni les proporciona una luz al final del camino. Dos seres en uno cuya culminación es el punto final en un juego de obsesiones sin fin alguno. Una mujer anulada tomada como objeto encadenado, junto a un hombre acentuado por el punto de mira de una vida oscura. Dos miradas con un mismo destino: un objetivo a ritmo de adagio constante. Una mesa con líneas de muerte. Una pistola apuntada a la sien de la desesperación. Un zapato que pisotea un deshecho humano. Dos seres sin vida que vivir. Dos corazones heridos y amargos. Dos vidas sin sueños que cumplir ni metas por alcanzar. Y al final, cogidos de la mano, aferrados a una pesadilla alumbrada por las tinieblas, saben que, al menos, acabarán juntos camino del sendero donde las estrellas serán sus únicas amigas.
Un hombre.
Una mujer.
Al límite.
El reflejo de la vida de muchos.
Un hombre.
Una mujer.
Al límite.
El reflejo de la vida de muchos.
ISIDRO R. AYESTARAN, 2007
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