Ardía en deseos por encontrarte de nuevo; por aferrarme y no soltarme nunca más de entre tus brazos; por calcular el alcance de tus miradas y la distancia que me separaba de ellas; por regodearme en tus caricias y morir bajo el sabor perpetuo de tus besos.
Le insultaba a la vida por haberte alejado de mi lado; te olvidaba entre otros nombres y otros cuerpos; esquivaba nuestros caminos, nuestros locales, nuestras canciones; Mi memoria te rechazaba y mi corazón te ignoraba.
Hoy has vuelto a mí, y he olvidado todo aquel primitivo rencor. Y le agradezco a la vida por este reencuentro; y te recuerdo a cada instante como si nunca te hubieras ido al tiempo que volvemos a nuestros ambientes, aferrados el uno al otro, envueltos en mil caricias y a la vez que nuestros cuerpos se reconocen en cada milímetro.
Y esta noche, ganaremos juntos la batalla del deseo para morir en pleno delirio de éxtasis.
Sólo pido que cuando amanezca el nuevo día, tú sigas junto a mí para confirmar que tu ausencia tan sólo había sido un mal sueño y que nunca más volveremos a perdernos el uno del otro.
Le insultaba a la vida por haberte alejado de mi lado; te olvidaba entre otros nombres y otros cuerpos; esquivaba nuestros caminos, nuestros locales, nuestras canciones; Mi memoria te rechazaba y mi corazón te ignoraba.
Hoy has vuelto a mí, y he olvidado todo aquel primitivo rencor. Y le agradezco a la vida por este reencuentro; y te recuerdo a cada instante como si nunca te hubieras ido al tiempo que volvemos a nuestros ambientes, aferrados el uno al otro, envueltos en mil caricias y a la vez que nuestros cuerpos se reconocen en cada milímetro.
Y esta noche, ganaremos juntos la batalla del deseo para morir en pleno delirio de éxtasis.
Sólo pido que cuando amanezca el nuevo día, tú sigas junto a mí para confirmar que tu ausencia tan sólo había sido un mal sueño y que nunca más volveremos a perdernos el uno del otro.
ISIDRO R. AYESTARAN, 2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario